Alejandro Izuzquiza se jubila el 4 de marzo tras toda una vida dedicada al seguro desde la función pública, su gran vocación. Todo el mundo lo conoce y aprecia pero, para ofrecer una muestra de cómo es esta persona, a la pregunta de qué va a hacer a partir de ahora responde: “La primera, disfrutar del tiempo libre con mi fabulosa mujer. Tras décadas de horario extenuante de trabajo –yo en el seguro público y ella con ejemplar dedicación a nuestra familia numerosa de hijos, primero, y de nietos, después-, ahora que tendremos tiempo para nosotros, me pregunto con inquietud: ¿le caeré bien?”. A partir de ahí, Izuzquiza en estado puro.

En unos días se jubila, muy a su pesar. No le queda más remedio porque por edad no puede seguir en el sector público. No quiere irse, le apasiona de verdad lo que hace, lo vive como nadie. Y en entrevista con Aseguranza lo explica así: “Me gusta y con razón. Repaso mi trayectoria profesional y los asuntos en los que he participado y su trascendencia social, y me siento un auténtico privilegiado. Primero, el servicio público tiene un objetivo precioso: la defensa de intereses generales frente a los particulares. Es una actividad que, para realizarla adecuadamente, requiere mucha vocación, como la del médico, el militar o el profesor. Segundo, el seguro está inspirado en un principio de enorme contenido social como es del apoyo mutuo con el que nació. Y tercero, la combinación seguro y servicio público es sencillamente imbatible.  Conclusión: me apasiona mi trabajo y desempeñarlo desde la óptica pública”.

Como es evidente, en su larga trayectoria ha vivido de todo y lo mejor ha sido, “con carácter general, la inmensa cantidad de buenas personas con las que he tenido la ocasión de trabajar y que he podido conocer. Me ha enriquecido muchísimo”. Recuerda también lo más positivo en sus etapas en la DGSFP y en el CCS, también algunas épocas duras.

Y precisamente sobre qué es hoy el CCS y qué representa subraya que “es una organización pública única en el mundo. Defiende los intereses generales, lo hace realizando muchas funciones y todas ellas con una clara repercusión social. Por una parte, sirve al sector asegurador, dándole estabilidad; por otra, sirve a los asegurados, aportando coberturas adicionales a las estándar que el seguro privado no puede ofrecer de forma estable y permanente. No existe ningún otro CCS en el planeta Tierra“.

Alejandro Izuzquiza deja el CCS cuando se avecinan tiempos de cambio en las coberturas. Le planteamos si son lógicas las peticiones que trasladan las compañías y recuerda que, “para empezar, el CCS nació en 1954 y desde entonces se ha ido adaptando a las circunstancias económicas y sociales, que han experimentado muchísimas variaciones. Si no lo hubiera hecho, no tendríamos hoy un CCS. Y si se ha adaptado repetidas veces, lo seguirá haciendo”. “Esas adaptaciones -continúa-, además, han ido en una línea clarísima. En los últimos años hemos visto cómo el CCS ha asumido la cobertura de viento extraordinario y ha reducido el umbral a partir del que interviene; ha incorporado el ramo de Vida al seguro de riesgos extraordinarios y ha asumido la cobertura de los daños personales por eventos acaecidos en el extranjero; ha incorporado, además, los daños por pérdida de beneficios o lucro cesante; ha suprimido o ha reducido, según el tipo de bien dañado, las franquicias; y, para colmo, ha reducido los recargos a su favor. La disposición del CCS no puede quedar más clara”.

Reconoce que “a nadie en el CCS le parece descabellado pensar que estamos en los comienzos de un nuevo hito del proceso evolutivo derivado de una nueva realidad climática. Pero esa ‘pensada’ la estamos haciendo con prudencia y desechando una visión cortoplacista, incompatible con la evolución del clima”. Y en todo ello, afirma que “la reflexión que estamos abordando no es fruto de la presión externa. Para que el CCS ‘mueva ficha’ no es necesario empujarle desde fuera. Nos movemos solos. No estamos oxidados. No me gusta ese mensaje de “hay que trasladar al CCS un porcentaje mayor de los daños que se producen por motivos climáticos”. Estamos en ello y estamos, como siempre, en diálogo con el seguro privado”.

Al margen, destaca que el CCS es una institución suficientemente reconocida y, de cara a lo que esté por venir, afirma que “soy optimista. El CCS está preparado para afrontar el futuro: tiene constituidas unas reserva sólidas; dispone del entramado tecnológico preciso; está  gestionado por un equipo profesional muy serio, muy trabajador, y muy identificado con la misión que corresponde cumplir al CCS; en materia de gestión de las indemnizaciones ha creado un estilo muy reconocible y un conjunto de criterios institucionales muy idóneo, que encajan perfectamente en su papel de entidad de naturaleza pública; y es muy  próximo y muy dialogante con el sector”.

¿Quién es Alejandro Izuzquiza?

La entrevista con Alejandro Izuzquiza se centra más en la persona y en la figura que representa. Le pedimos que se defina y admite que “es un tipo que no va por la vida creyéndose algo; que valora muchísimo la educación (la profunda, no solamente la formal); muy poco interesado en el qué dirán de mí los demás; y que es contrario al enfrentamiento y favorable al acercamiento y a la transacción amistosa. Respecto a esto último, el proceso de intentar llegar a un acuerdo es una oportunidad única para ver, cuando tú te mueves de tu posición inicial, la verdadera categoría de las personas, es decir, la diferencia entre las que lo agradecen y también ‘mueven ficha’ y las que tratan de abusar del movimiento de aproximación que has hecho. La transacción es un observatorio fabuloso de la condición de los humanos. ¡Ah! ¡Se me olvidaba! Soy un tipo repleto de contradicciones”.

Ha trabajado 43 años en el seguro público y ha sido muy cercano al seguro privado. Y al margen ha desarrollado una extensa labor académica que le ha llenado plenamente. De hecho, reconoce que “mi vocación frustrada ha sido la de ser docente y tener un programa de radio sobre rock alternativo. Al menos he podido hacer mis pinitos como profesor. Los he hecho con enorme sacrificio, dado el elevado número de horas diarias de trabajo en la DGSFP y en el CCS. Siempre he enseñado materias en las que he trabajado o en las que he tenido una intervención directísima, es decir, materias en las que he puesto toda mi pasión y todo mi esfuerzo. Por lo tanto, al explicarlas lo he hecho transmitiendo esa misma pasión. Y la docencia me ha permitido, cuando me he hecho mayor, cumplir algo que siempre me ha parecido importantísimo en la vida: estar en contacto con personas de una generación distinta (mayor o menor) a la mía. He sido –y lo sigo siendo muchos años después- muy amigo de mis alumnos, ahora ya antiguos alumnos”.

Como era de esperar, tiene palabras para aquellos jóvenes que aún puedan andar perdidos sobre su futuro para que se decanten por este sector. Insiste en que “el seguro no es una actividad ‘casposa’ sino que, por el contrario, es una actividad fundamentada en un principio –el del apoyo mutuo- tremendamente profundo, humanista y verdaderamente progresista; en segundo lugar, es un sector que, por ser el único en el que el precio se paga por anticipado, es muy particularmente exigente desde el punto de vista de la ética de los negocios; en tercer lugar, es un sector tan variado que es difícil que aburra, pues puedes abordarlo desde ópticas muy distintas (la legal, la actuarial, la comercial, la gerencia de riesgos…) y en parcelas variadísimas muy distintas entre sí (seguros de Vida, RC, Transportes, seguros de prestación de servicios…). Y siempre añado que, encima, el seguro español es un sector dotado de unas instituciones, asociaciones e iniciativas que no existen en otras partes del planeta y que, para más inri, los profesionales que poblamos el seguro español somos muy simpáticos y muy sociables”. Y entre risas se pregunta: “Dadas esas características imbatibles, ¿es lícito trabajar en un sector distinto al nuestro? ¿no debiera ser objeto de sanción, no sé si de naturaleza penal, pero sí, al menos, administrativa, quien opta por trabajar en otro sector distinto al de seguros?”.

Finalmente, preguntamos a Alejandro Izuzquiza cuáles van a ser sus prioridades a partir de ahora. Su respuesta no tiene precio: “La primera, disfrutar del tiempo libre con mi fabulosa mujer. Tras décadas de horario extenuante de trabajo –yo en el seguro público y ella con ejemplar dedicación a nuestra familia numerosa de hijos, primero, y de nietos, después-, ahora que tendremos tiempo para nosotros, me pregunto con inquietud: ¿le caeré bien? (risas) La segunda, mis nietos. La tercera, dedicar tiempo a mis aficiones, que son muy normalitas: me apasiona la música, la pintura, la historia y el idioma inglés, además del tapeo tabernario. Finalmente, el reto general para mí va a ser lograr tomarme esta etapa final –así la considero- mejor que los días finales de mis vacaciones veraniegas, en los que me invade la angustia vital propia del llamado síndrome postvacacional (risas)”.

Fuente: Aseguranza