Rafael Moreno Ruiz, presidente del Instituto de Actuarios Españoles

Las noticias sobre la Inteligencia Artificial abruman, e incluso en algunas profesiones y sectores, generan temor. En 1979, el grupo musical The Buggles lanzó su single ‘Video killed the radio star’. Podía parecer premonitorio que, ante la popularización de la televisión, la radio se viese amenazada. No fue así. 

La IA es un enésimo avance tecnológico, que sin duda genera incertidumbre, pero también oportunidades, por las que apostamos desde el Instituto de Actuarios Españoles (IAE).

El futuro de la profesión actuarial lo vemos en constante evolución. No es nuevo, pues, en el siglo que la profesión lleva en España, no ha dejado de evolucionar. Si echásemos la vista atrás, sin necesidad de irnos más allá de los últimos 25 o 30 años, recordaremos al actuario como un profesional que calculaba las provisiones y firmaba la nota técnica, cada vez con más productividad gracias a la tecnología.

¿Cuál es la realidad hoy? Que además de aquellas funciones tradicionales, ha asumido otras, algunas de ellas con reserva legal de actividad por su trascendencia para los ciudadanos, la sostenibilidad del sector y la supervisión.

Las funciones clave de Solvencia II y de IORP II, especialmente la función actuarial y la función de gestión de riesgos, la revisión de los informes de la situación financiera y de solvencia de las entidades, así como la valoración del lucro cesante y el daño emergente de las víctimas de los accidentes de tráfico (Baremo de Autos) son algunas de estas nuevas funciones que se ejercen con la concurrencia de cualificación (entendida como la combinación de formación, experiencia y normas deontológicas y estándares profesionales de la profesión) y regulación.
Pero hay mucho más. 

El actuario ha enfocado su trabajo también hacia la sostenibilidad de la industria, la creación de nuevas soluciones aseguradoras que sean más eficientes para los actuales asegurados y/o que faciliten la inclusión de nuevos clientes, o los retos de la nueva longevidad. Sin olvidar la gestión de los riesgos, la suscripción, o la distribución. 

Además, el actuario asume la gestión eficaz del dato, la materia prima de una industria que gestiona riesgos. Más importante que tener muchos datos es la calidad del dato, la ética, y qué utilidad puede tener las conclusiones a las que lleguemos con ellos.

El actuario del futuro asumirá retos donde las competencias técnicas y analíticas seguirán siendo una exigencia, y asumirá nuevas competencias de negocio, estrategia y comunicación. La tecnología, incluida la IA, volverá a ser una aliada de la profesión -de hecho, esto ya está ocurriendo-, que permitirá que el actuario se enfoque cada vez más en análisis y en negocio. 
Sin duda, requerirá que el actuario siga evolucionando y tenga que estar en continua formación, como todas las profesiones tienen y tendrán que hacer. Por eso desde el IAE impulsamos la formación continuada y su acreditación CPD, o la adaptación del programa docente (core syllabus) del Máster Universitario en Ciencias Actuariales y Financieras a las necesidades de los actuarios del presente y del mañana.

El miedo es libre, y normalmente afecta a quienes menos capacidad de adaptación tienen. Los actuarios llevan toda su existencia adaptándose. No sé si ustedes, lectores, estarán sintiendo miedo, pero si han tarareado la canción ‘Video killed the radio star’ al leerlo, es que ven la IA como una oportunidad. Seamos inteligentes, y utilicemos la IA, como siempre hemos hecho con la tecnología, en beneficio de la sociedad, para generar mayor eficiencia y productividad.

Fuente: BDS editado por INESE a 11 de enero de 2024